Si los trabajadores de Europa y los inmigrantes no paralizan a sus gobiernos en la embestida militar que las fuerzas aéreas de Estados Unidos, Inglaterra y Francia (desde las bases de España e Italia) han emprendido contra el gobierno del coronel Kadafi y el pueblo de Libia, tendrán que pagar con su tranquilidad y con sus vidas.
Bastarán unas gotitas de petróleo para que las llamaradas corran sobre las aguas plácidas del Mediterráneo desde Trípoli hacia las grandes capitales del continente europeo.
Y rozagantes franceses y españoles e italianos e ingleses que hoy aprietan el culo y guardan silencio ante el nuevo genocidio imperial "a ver si, mientras, una especie de Dios armado hasta los dientes hace justicia contra el dictador libio" tendrán que llorar, llorar (que se escuche), lágrimas amargas.
La pagarán, como siempre, los usuarios del metro y no los gobernantes que desataron el terror como práctica de la ley y el orden mundiales.
Parece una decisión tomada a la ligera por los representantes del imperio, resultante de la pura desesperación de tener el tiempo en su contra frente a la revolución en la zona, que ignoró el "detalle" de que Túnez hoy "contiene" a una población libia de reserva que salió de su patria en días de guerra. Esta población se ha desperdigado ya por Italia y Francia y sabrá golpear ahí en su momento con el objetivo de obligar a la población de Europa a que se mueva para imponerle a la OTAN la suspensión de su operativo bélico contra las costas de África.
... Aunque pudiera ser todo lo contrario: los agresores imperialistas sí saben que para aniquilar a Libia es necesario también, hoy, en las circunstancias actuales, tirar contra Túnez. En tal caso estaríamos ante una guerra general de intervención en el norte de África, hecho que, por la mismas razones, los europeos tampoco podrían ver desde la barrera.
Por su parte, el líder Muamar Kadafi ya hizo recurso del único discurso posible en el momento presente --en tanto, al mismo tiempo, lucha en el otro flanco por abrir la mesa de negociaciones e involucrar a la comunidad internacional-- y ha llamado a la revolución de los pueblos árabes, asiáticos y latinoamericanos. Ojalá que los sindicatos en Europa comprendan que lo que está en juego trasciende la pequeñez de sus intereses gremiales.
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