El Espejo Occidental sirve para observar la verdad y la mentira. Estas dos se muestran en él por separado, inconfundibles y claramente visibles. En el lado izquierdo se cristaliza la mentira de quien está delante del espejo, en el lado derecho su verdad. Este solo hecho ya deja algo claro: espejearse en el Espejo Occidental es sumamente doloroso. Los objetos sin vida se quiebran, rechinan y crujen; los vivos sudan, ora tienen frío, ora calor, respiran con dificultad y sufren terribles jaquecas.
Gracias a todo eso, el Espejo Occidental en su historia cambiaba de dueño muy a menudo, por lo que su origen se perdió en esos numerosos pliegues de cambios sin dejar huella alguna. Las leyendas dicen que para algunos de sus dueños el espejo era incluso mortal --la gente, por lo general, no es capaz de sobrevivir la separación entre la verdad y la mentira. Y resulta insensato contar las consecuencias relativamente más inocuas: las formas permanentes y transitorias de locura, las desapariciones, las conmociones, las torceduras de mandíbulas a causa de la sorpresa, los ojos permanentemente desorbitados y las periódicas pérdidas del sentido de la vida. Por eso no sorprende el hecho de que éste espejo permaneciera más tiempo en poder de la gente hecha, o bien de pura mentira, o bien de pura verdad. Para ellos, naturalmente, espejearse no representaba ningún tormento en particular. Puesto que se veía sólo el lado izquierdo o derecho del Espejo Occidental, ese tipo de gente no experimentaba dolorosas divisiones de su imagen.
Nosotros resolvimos ciertos problemas, causados por la posesión de una cosita tan inconveniente, espejeándonos en el Espejo Occidental con frecuencia, sin permitir que la verdad y la mentira en nosotros se trencen hasta el grado de que su separación resulte difícil y dolorosa. Con el tiempo, espejearse en este espejo se volvió un asunto de higiene. Así como hay que lavarse regularmente los dientes, también es bueno conocer con regularidad la relación momentánea entre la verdad y la mentira en cada uno de nosotros. Si no por otra razón, hay que hacerlo para que no ocurra que un vistazo casual al espejo, de paso y sin intención, termine de manera fatal para el propietario de la imagen.
Atlas descrito por el cielo. Y otra vez, con especial mención para la traductora del serbio al español Dubravka Suznjevic.
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