Practiquemos regularmente el ejercicio de distanciarnos de lo "normal" para analizarlo. Vista de lejos, la normalidad no parecerá tal. Miremos críticamente la sociedad, así nos daremos cuenta de que nuestro mundo - tal y como lo conocemos- es un absurdo y está de cabeza... pero podemos cambiarlo.

17 sept 2012

Revolución, ley y dialéctica

De hecho el marxismo se distingue del anarquismo por su actitud ante la Ley. El marxismo, a diferencia del liberalismo, representa una crítica a fondo de la legalidad burguesa pero no pretende negarla desde concepciones abstractas sobre la libertad y la justicia referidas a una "esencia humana".

Para el marxismo las ideas políticas concretas en la lucha contra el capital tienden a plasmarse en leyes democráticas para la regulación de la lucha de clases por medios políticos.

Si se estudia con atención la obra de Lenin se descubre sin problema que, en ella, junto a las consignas "¡muerte al capital!", "¡por la abolición del trabajo asalariado!", se encuentran siempre las reivindicaciones del programa obrero concreto por las que se lucha políticamente en cada coyuntura: el programa mínimo, democrático. Veríamos que mientras el partido bolchevique dirigía sus esfuerzos programáticos hacia la revolución proletaria, al mismo tiempo reivindicaba la República, aumentos salariales y reducción de la jornada de trabajo (sin considerar aquí el asunto del campo y la propiedad agraria).

En la práctica estas reivindicaciones (república democrática, aumento de salario y reducción de la jornada de trabajo) constituyeron la materia de las grandes batallas del proletariado europeo hasta la segunda guerra mundial. La conquista de la jornada de trabajo de 8 horas fue el resultado histórico de aquella gesta.

Es, de hecho, en torno de la elaboración de la ley del trabajo correspondiente a la fase actual del capitalismo que lograremos construir el bloque proletario y su hegemonía. Alrededor de esta argumentación para una ley democrática tejeremos las alianzas prácticas necesarias hacia la conformación del bloque. De ahí desprenderemos una política concreta para la cohesión del trabajo social, para la acción conjunta, política, entre los obreros sindicalizados y la masa móvil del nuevo proletariado, incluyendo en primer lugar al llamado Ejército Industrial de Reserva.

Lo que no se vale es que, en aras de un radicalismo sin mediaciones guardemos silencio sistemáticamente frente a "los pequeños problemas sin brillo revolucionario"  y ocultemos nuestra postura frente al hecho inédito en México de que los grandes sindicatos (CTM, CT, SNTE) rechacen como un bloque las reformas laborales impulsadas desde el gobierno.

¿Estamos frente a la posibilidad de construir el frente unido obrero en alianza con esos viejos sindicatos o por el contrario, somos de la opinión de que esas viejas cáscaras aburguesadas fungen como pilares del capital, inservibles para la lucha liberadora?

Aquel que eluda esta cuestión en aras de consignas y eslogans cuasi-religiosos (meramente anímicos) en el momento actual (táctico), poco aporta a la construcción del partido proletario.

Como se ve, en el asunto de las posiciones del marxismo y el anaquismo frente a la legalidad acecha el tema escabroso de la dialéctica hegeliana llamado MEDIACIONES.

Veamos a la política proletaria como el arte de las mediaciones hacia la revolución comunista.

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