Esta revolución se impone ahora desestatizar la sociedad, liberarla del espíritu burocrático-estatal que todo lo corrompe... debe ir contra el riesgo de verse devorada por el espíritu soporífero-conformista-estatal que suele encarnar en burocracia, inmovilista siempre y siempre improductiva.
No habla Salinas de Gortari frente al Congreso en el entierro histórico de la Revolución Mexicana (1991) ni Mijaíl Gorbachov el de la Perestroika (1987) sino el burócrata de la cultura cubano Alfredo Guevara en el teatro Karl Marx de La Habana, 20 años después.
Es posible que a Cuba le siga, después de las reformas económicas que intenta implantar el régimen, una suerte similar a la que sobrevino en México al finalizar el gobierno de José López Portillo (1982). Las relaciones cambiaron en el mundo profundamente desde entonces, es cierto, pero la desestatización de la economía se sigue determinando por las fuerzas del mercado, en tanto que el salto violento al comunismo sólo se cocina...
Tiene razón Negri cuando subraya el poder social fundante que implica el mercado mundial, esto es, el carácter constituyente de la multitud liberada de la vieja soberanía del Estado nacional. En Cuba también se muestra (¡las islas no existen ya socialmente!) que la liberación comunista en la sociedad global actual pasa por la destrucción del Estado. Y el que la negación neoliberal del Estado en la producción y circulación mercantil desemboque en el fortalecimiento de los aparatos de control policiaco (vestidos de Marina) no demuestra sino cuán inconsecuentes resultan las clases gobernantes en la tarea necesaria (impuesta como una objetividad en las dimensiones globales) de construir la sociedad comunista liberada de todo Estado. El Estado como conjunto de instituciones jurídicas, represivas y biopolíticas es ya la pura expresión de que la sociedad está dividida en intereses irreconciliables.
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