Rodeaba su talle, ¡tan ágil!
¡tan grácil!
Y brindaban las estatuas
sobre las teclas de los pianos,
clamando el aguacero.
Sus pechos florecieron esquina
con Bolívar,
un borde de pulpa de mango
sus labios.
Ningún cuchillo sobre mis espaldas
habría de quebrarse,
de tan rémora.
Pero eso ya fue ayer
y ayer ya es un discurso,
o un verso,
o una lágrima.
Y aquí, por no llorar,
cito al Martín Adán:
Lo real no se le coge: se le sigueY ésta:
y para eso son el sueño y la palabra.
Y yo no soy y no seré nunca
Sino apenas un curso y mi sitio.
Y esta otra,
que es a la que iba:
Pero sabiduría no es estar
Sin noción de nada, sino
proseguir o seguir
A pie hacia el ya.
Y tan-tan.
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