El golpe que propinó el Ejército Mexicano contra Hank Rhon, Enrique Peña Nieto y el Grupo Atlacomulco tiene la virtud de que apunta contra los verdaderos capos de la rancia aristocracia priísta y muestra en dónde hay que buscar para combatir al crimen organizado. Sería una imprudencia dejar de apuntar esta medida de legitimación desde el núcleo militarizado del Estado. Pero lo que no podemos aceptar son las esperanzas de aquellos que se regocijan con la posibilidad de una "revolución desde arriba" (y verde oliva). Más bien, pensamos que toda limpieza desde el Ejército en coordinación con la inteligencia gringa sólo puede derivar en el afianzamiento de la guerra civil bajo la conducción de los órganos de poder del capital. Eliminamos de nuestras posibilidades el escenario de la reforma purificadora para la perpetuación del Estado capitalista.
Por otro lado, dialécticamente, no puede dejar de observarse que el golpe militar contra el priísmo adelantado (adelantado para la foto, obviamente) se tuvo que producir en respuesta a los efectos políticos de la caravana que, encabezada por Javier Sicilia, marcha hacia Ciudad Juárez. El gobierno de Calderón busca con su aparatoso accionar en Tijuana desactivar la potencia de un puente político activo entre la zona zapatista de Cuernavaca y la cuna del villismo. Como se sabe, para varias asociaciones juarences el asunto principal de la movilización consiste en sacar a los milicos de las calles de la city.
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