La interpretación reformista del movimiento de indignados otorga la mayor importancia a que éste se lance en todos lados contra "los abusos del sector financiero". Esta interpretación fomenta la esperanza en un capitalismo productivo y sin excesos parasitarios, como si las relaciones dinerarias y salariales que fundamentan el régimen capitalista no constituyeran en sí mismas la desigualdad como método.
El dogma de los nacionalistas e industrializadores que intenta enfrentar al corrupto y parasitario capital financiero el capital productivo y progresista; el cuento del trabajo más la cruda realidad del trabajo asalariado. Un dogma que no ve, que no puede ver, la contradicción en la propia relación capitalista y prefiere limar sus excesos. La utopía de un capitalismo que nos toque...
Pero por mucho que la clase gobernante mundial abra válvulas de escape con movilizaciones que supone controladas, no deja de jugársela toda en el experimento. En cada momento, de hoy en adelante, los brotes libertarios amenazarán con desbordarse de sus cauces, con pasar de la lucha por la paz como deseo al derrocamiento del régimen por pura necesidad. Y eso, como diría Martí, en las entrañas mismas del monstruo.
Ahí estaría lo verdadermanete nuevo. Lo cualitativamente distinto.
La hermenéutica reformista de los movimientos juveniles mundiales, pese a formar parte de los grupos hegemónicos entre los que se movilizan (hasta el buen George Soros dio ya su bendición a Los Indignados, como aquí Televisa a Javier Sicilia), no logra expresar el significado real de la emergencia de los movimientos mundiales por la paz y contra "los excesos del capital financiero" en su potencia hacia la revolución contra la explotación del capital (contra el trabajo asalariado) y por el comunismo.
Por más que suene violento y que los budistas zen griten "¡sí!, ¡sí!, ¡sí!".
No hay comentarios:
Publicar un comentario