Frente al cuarteto de opinantes en su hora y en su canal vengo a comprender a profundidad la aguda observación de André Breton, el de Najda, sobre el carácter surrealista de México y los mexicanos.
No puedo creerlo si lo miro detenidamente, como tampoco puedo creer la historia oficial de nuestra cultura, de Ponchito Herrera a Octavio Paz o, en el otro carril tolerado, de Benítez a Monsiváis, tan superficial y manier como la estela de luz.
¿Seré un maldito malinchista?
Lo que me sorprende es que en lugar de sollozar de tristeza río con entusiasta desencanto.
Me deslindo de una cultura que mantuvo marginados y encarcelados (literalmente) a Silvestre, José y Rosaura Revueltas, maestro y guerrillero Lucio Cabañas, maestro y guerrillero Genaro Vázquez Rojas, muralista Alfaro Siqueiros y tantos tantos otros más.
Una cultura vampiresca que se nutrió siempre del cuerpo y la sangre de los rebeldes.
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