rodeados y a la mesa El-ena (el enano aquel que salió en Los Errores, pomo en mano, del maletín de su padrote para asesinar al prestamista), Lucrecia, la puta con su padrote Mario Cobián, alias el Muñeco, el mismo de El-ena, y el ojo morado por la última madriza; El carajito de El Apando, yagado de la garganta por "lepra" carcelaria en la noche de los monos, y Fidel, militante hasta la victoria, con el cadáver de su hijo insepulto, que ya apesta, muerto de hambre, porque no era capaz él, Fidel, de tomar unos pesitos del cohinito del partido para pagar los gastos del entierro. Gregorio, que se faja con las ratas en la fuga por un túnel. ¿Era él quien paseaba su gonorrea por las clínicas de la colonia Guerrero? ¿Se llamó Jacinto el de El luto humano? Y el de "Lo que sólo uno escucha", alucinado con su violín estrujante de ya estar loco. ¿Cuál era el nombre de el de "El lenguaje de nadie? ¡Ah, sí, el indio jodido Carmelo!, y La Tortuguita, la hermosa y tierna tortuguita regando venéreas a diestra y siniestra... Todos, todos al unísono con su alipús al canto, celebrando los 36 del tránsito de Pepe.
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