Practiquemos regularmente el ejercicio de distanciarnos de lo "normal" para analizarlo. Vista de lejos, la normalidad no parecerá tal. Miremos críticamente la sociedad, así nos daremos cuenta de que nuestro mundo - tal y como lo conocemos- es un absurdo y está de cabeza... pero podemos cambiarlo.

30 may 2012

Menú electoral

La mayoría de los simpatizantes panistas en la city, incrustados en los puestos directivos del Estado en todos sus ámbitos --habitantes de las colonias más peques, de la Condesa a Lindavista y de la del Valle a San Jerónimo, pasando por Coyoacán--, incrustados también en el comercio y en la industria emergente desde 1988, son vergonzantes y no se atreven a decir esta boca es mía. Se encubren con el discurso antipeña y un liberalismo bonachón que es pura farsa en tiempos de monopolios privados. Son la hipocresía andante, hablan de la transición democrática, mientras esquivan blindados en sus naves los cadáveres (y a los mochaorejas) que, imaginariamente, se les aparecen por el retrovisor cuando viajan apanicados en sus últimos modelos. Sueñan --lo hicieron siempre-- en un sociedad civil de hombres y mujeres libres, atomizados y enfrentados cada uno contra los demás, ¡y por favor!, sin sindicatos, nidos de la corrupción, en sí y para sí.

Los priístas representan el poder de los sindicatos corporativizados y de la vieja burguesía monopolista, aristocratizada bajo la protección del Estado, desde el sexenio de Lázaro Cárdenas hasta el llamado salinismo. Sufren de nostalgia por el orden en donde sólo ellos decían... y mandaban.

En tanto que los amarillos encarnan al lumpen proletariado, a la vieja burguesía derrotada y expropiada por el salinismo y a la pequeña burguesía en ruinas... Ellos siguen a su caudillo Catilina en esta Roma putrefacta.

Por lo que toca a Elba Esther: venderá su voto (y decidirá el desenlace) el mero día de las elecciones.

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