así como hay en México una izquierda campesinista enraízada en la tradición del Congreso de Aguascalientes y el Plan de Ayala, existe otra --igualmente nacionalista-- cuyo programa siempre estuvo ligado al de la "educación popular" que, incluso, en algún momento de los lejanos años treintas del siglo pasado se estiró al límite de la "educación socialista".
el ala socialista de la Revolución mexicana que logró articularse en el Congreso durante el régimen anticlerical de Plutarco Elías Calles abarcaba una amplia gama de socialismos cristianos y pequeñoburgueses que, desde una perspectiva idealista, buscaban forjar con la educación al hombre nuevo y libre, según esto, de todos los prejuicios y moralinas (dogmas) correspondientes a la sociedad dividida entre explotadores y explotados. Decretaron entonces estos socialistas desde las Cámaras, impulsados por la ola popular del cardenismo, el artículo tercero Constitucional que decretaba el carácter socialista de la educación
es curioso que la única crítica real y a fondo de esas utopías pequeñoburguesas la haya tenido que formular en México --en defensa de una interpretación coherente del materialismo histórico y no tanto porque lo compartiera-- un escritor como Jorge Cuesta, cercano al círculo de los poderosos.
explicaba Cuesta en sus textos que si esos socialistas hubieran entendido la "O" por lo redondo del materialismo histórico, no se ilusionarían demasiado con cambiar el mundo desde el campo de la pedagogía y sin tocarle un pelo a la propiedad privada de los medios y las relaciones de producción.
los comunistas de entonces y de después nunca desarrollaron la línea teórica del pensamiento de Jorge Cuesta porque siempre priorizaron el "Frente Popular" con todas aquellas fuerzas que, en la práctica, se resistían contra el desarrollo del capitalismo tal y como éste es en su dimensión mundial. Así, en aras del frentismo antiimperialista, quienes se preciaban de ser marxistas eludían toda crítica teórica del populismo educativo.
el mismo José Revueltas sucumbió después del 68 a la fuerza de atracción de esta tradición pedagógica e idealista de la izquierda universitaria y terminó su vida haciendo apología del "puro acto revolucionario del conocer colectivo y en autogobierno", en una traducción del sujeto kantiano a la "autogestión universitaria".
durante los años de hegemonía de la Teología de la Liberación sobre la izquierda las ideas freirianas se hicieron dogma. En realidad una vieja tradición de la que el "constructivismo" no es sino otro más de sus episodios.
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