En el film de Costa Gavras que presentamos esta vez, ¿puedes observar la escena donde el taxi los plantó?, ¿acaso no reconoces la glorieta?, del otro lado de la avenida se encuentra un Samborns, en contraesquina de lo que fue el cine con su café, junto a un hotel renombrado, y atrás de los edificios que se miran cuando aparece el sonido de las sirenas de ambulancias te encontrarás ya en Antonio Caso, o lo que es lo mismo, por rumbo del SME, están ahí, sí, todas esas imágenes en el film del cineasta griego dedicado al golpe militar en Chile. Observa las fachadas de las construcciones, esa entrada tan de La Condesa, o ¿a ti te remite a otro sitio?
El vocablo "desaparecido" --así se tradujo acá el título de la película-- con sus matizadas y macabras acepciones.
El alto nivel tecnológico más allá del laser convierte la posibilidad de desintegrar un cuerpo físico, borrarlo y esfumarlo, en una realidad al alcance de la mano. Sólo rastros de sangre que persisten por voluntad del agresor, a fin de que ya no quede duda del paradero de su víctima.
"Tropezó en un hoyo negro", dirá posiblemente la próxima narcomanta.
... Y estamos en esas cuando se nos acerca el Pelao (ahora trae su corte casi a rape), y tras meditar en silencio largo tramo, dice, como si a nadie se dirigiera: "que no me vengan con sus condolencias, pues eso de los ajusticiamientos se vuelve el pan de cada día en épocas revolucionarias".
El Pelao se molesta porque le hago notar su falta de perspicacia para adoptar en su lenguaje los vocablos que están en uso. "No es ajusticiamiento Pelao, se dice desaparición".
El tipo se descompone contra mi capitulación linguística, se enfurece, dice que concedo en una cuestión de principios, y yo, después de un rato, termino dándole la razón.
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