Practiquemos regularmente el ejercicio de distanciarnos de lo "normal" para analizarlo. Vista de lejos, la normalidad no parecerá tal. Miremos críticamente la sociedad, así nos daremos cuenta de que nuestro mundo - tal y como lo conocemos- es un absurdo y está de cabeza... pero podemos cambiarlo.

17 may 2010

¿Solidaridad del EPR con el dolor de la familia de Diego? ¡No manchen! Sobre la ética de la guerra

Vino hace pocos días a saludar al depto un compita recién llegado de Ciudad Juárez. Me dijo que su vida era otra después de su viaje, lo cual le creí pues su mirada lo corroboraba. Me dio todo un informe de su estancia en la frontera. Estuvo ahí pocos días, pero experimentó más peligros de muerte (en el rubro de daños colaterales) que en toda su vida pasada. Me interesa socializar una de las observaciones que me hizo relacionadas con el nuevo tipo de guerra que se vive en El Paso.

El Chango --que así se hace llamar mi compita-- no se sintió nunca tan humillado, como si te nalguearan con las balas, me  pegaron en la nuca con una de goma, y yo: ¡chale, güey, y yo allá en la pendeja! Aunque el punto era otro, y tiene que ver con el sagrado velorio, el derecho de cada quien a guardar a sus propios muertos. Y eso lo han expropiado, le arrebataron ya a la gente sus últimos adioses, lo cual es profano.

Recordaba lo que me platicó El Chango al mirar en la fotografía a los hijos del desaparecido con sus rostros compungidos. Es posible que a ellos también les hayan arrebatado su despedida, y uno suele no ser tan ojete como para regodearse con esos sentimientos aún del lado del enemigo. Otra vez nuestro corazoncito cristiano que se hace todavía más chico, y hasta nos da por buscarle desde la perspectiva del Progreso, por si pudiéramos "conservar dialécticamente" lo mejor del lado contrario; aunque no tanto como esos extraños personajes de una "guerra popular prolongada" que ahora se conduelen por la suerte del jefe enemigo y se solidarizan con el dolor de su familia.

Sin lugar a dudas el EPR muestra profunda inconsecuencia cuando lamenta lo ocurrido a Diego. Para nosotros tampoco se trata de un problema personal el de la guerra de clases, pero pasa necesariamente por individuos de nombre y apellido. Quizá nunca sepamos nada del "hoyo negro" en que tropezó el desaparecido, éste, el último, pero cualquiera que haya sido el bando que actuó en su contra, cumplió, consciente o inconscientemente, con una tarea justiciera, pues es justo recordar de vez en cuando a los poderosos que nos hacen cada día la guerra que ellos tampoco están a salvo.


http://www.eluniversal.com.mx/notas/681046.html

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