Practiquemos regularmente el ejercicio de distanciarnos de lo "normal" para analizarlo. Vista de lejos, la normalidad no parecerá tal. Miremos críticamente la sociedad, así nos daremos cuenta de que nuestro mundo - tal y como lo conocemos- es un absurdo y está de cabeza... pero podemos cambiarlo.

27 may 2010

la revolución cubana y el PRI

Junto con el de Julio Scherer que comentamos la otra vez, los libros póstumos de Carlos Montemayor y los de varios escritores de este tipo de asesores de la corte, se dedican a divulgar información ya desclasificada por los órganos de la seguridad nacional y pasan a balcón, ya sin ningún tapujo, como si se tratase de una carta gastada, al comandante Fidel Castro en su papel de jefe de la revolución cubana en alianza con el Gran PRI latinoamericano.


Se lee en el de Scherer (Secuestrados):

Fidel Castro había empeñado su palabra de que no habría subversión en nuestro país y así había sido, tranquila la República... Fidel Castro jugaría un papel trascendente. Dijo que México quedaría libre de la subversión y cumplió su palabra.
Por su parte, al comenzar La violencia de Estado en México (Debate. 2010), de Carlos Montemayor, encontramos lo siguiente:

En realidad, por el trato solidario que el gobierno mexicano demostró con la isla en diversos momentos políticos y en el terreno diplomático, es difícil plantear que Cuba no se abstuviera, en reprocidad, de colaborar activamente con la guerrilla mexicana; así lo supo Gutiérrez Barrios, durante mucho tiempo cabeza de las estructuras de inteligencia en México a través de la Dirección Federal de Seguridad, quien se mantuvo en comunicación constante y amistosa con el ministro del Interior cubano, Ramiro Valdés, y con el viceministro José Abrahantes.
La información que ofrece José Luis Alonso Vargas es más  amplia y precisa. Le tocó formar parte de los 30 guerrilleros presos enviados a Cuba como parte del canje político que el gobierno mexicano aceptó realizar cuando las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FARP) secuestraron al cónsul estadounidense Terence Leonhardy en la ciudad de Guadalajara, el 4 de mayo de 1973. Al tercer día de su arribo a La Habana, el comandante Manuel Piñeiro se reunió con los guerrilleros merxicanos en una habitación del Hotel Nacional:
En primer lugar --relata el ex guerrillero--, nos aclaró que, por tener una buena y necesaria relación diplomática con México, Cuba no nos iba a dar entrenamiento militar, como al resto de los guerrilleros de América Latina; que los gobiernos del continente, de Guatemala para abajo, habían roto relaciones con ellos y los habían expulsado de la OEA por órdenes de los Estados Unidos. Y que México era la excepción. Por eso no iban a poner en peligro esas excepcionales relaciones diplomáticas ayudándonos con los entrenamientos. Que podíamos solicitar todo lo que quisiéramos, menos eso...
Se siguen acumulando evidencias documentadas sobre la contradicción de fondo que existió desde el principio entre el socialismo en un solo país caribeño y la voluntad de proseguir la revolución socialista en territorio de la Revolución mexicana. En el supuesto de que el régimen cubano sólo se hubiese abstenido de colaborar con las guerrillas comunistas y nacionalistas que operaban en México (sin haber pasado a las delaciones para contribuir al desmantelamiento del movimiento armado --algo que la fe izquierdista no permitió que se pensara ni siquiera a pesar de sufrir las victimas), de todos modos la contradicción objetiva llegó a expresarse en noviembre de 1973, cuando militantes de la Liga Comunista 23 de septiembre redactaron un manifiesto abiertamente contra Fidel Castro.

Así lo rescata Carlos Montemayor de las memorias del ex guerrillero José Luis Alonso Vargas:

A cierta altura del mes de noviembre, según deduzco ahora, les llegó (a un grupo de camaradas de la Liga Comunista 23 de septiembre) un documento de Arturo Ignacio Salas Obregón y retomándolo, casi íntegramente, elaboraron un manifiesto contra Fidel, dirigido al proletariado mexicano, donde hablaban que Fidel ya había transado con Echeverría, y que era enemigo, igual que Echeverría, del pueblo mexicano.
Tanto Salas Obregón como José Revueltas (fundador del espartaquismo en México) como la mayor parte de los "ultraizquierdistas" del comunismo opositor al PCM dirigido en los años sesentas del siglo pasado por Arnoldo Martínez Verdugo, tuvieron puesta su fe en un "proletariado" ideal que siempre era distinto al que se movía en la realidad, despreciablemente (años sempiternos de Fidel --otro Fidel-- Velázquez). En su idealismo hegeliano, Salas Obregón, dirigente de la Liga, llegó a inventar un hilo evolutivo ascendente y sin rupturas internas entre el movimiento ferrocarrilero de 1958-59 y el movimiento estudiantil de 10 años luego. Según Salas Obregón, las cosas marchaban por su propia lógica hacia la insurrección proletaria. El destacamento comunista debía estar preparado, llegado el momento. Ocurrió mejor que el nuevo proletariado magisterial (nuevos profesores de CCH, UAM, ENEPs) terminó aislando a los comunistas en una marea amarilla de nacionalismo reformista.

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