El comunismo cristiano, incapaz ya de asustar a nadie y sí, en cambio --como el futbol-- de hacer aflorar buenos sentimientos de felicidad (lo cual no se niega, sino todo lo contrario, por los trazos y frases de corte neo existencialista que lanzan algunos de sus personajes), fue popularizado por este escritor lusitano a quien debemos el hecho de que la susodicha doctrina influyera sobre vastísimos sectores de la clase media: amas de casa y oficinistas que, por otro lado, se esperanzaban con José Woldenberg en su "ingeniería" del IFE y los instrumentos electorales del Estado. Así suele ser esto de la nivelación por la mercancía, hecho que estudió a profundidad Gramsci y retomó no hace mucho el gringo Jameson.
Contra cualquier pretensión criticista o ensayística, aclaremos algo: no recordamos uno solo de sus títulos; jamás empezamos ni terminamos una sola de sus novelas. A este escritor lo conocimos por sus lectores, o mejor: por las modas de sus lectores.
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