Ayer se sumó Roma a los cabronazos en Europa. Y así, mientras Lisboa y las principales ciudades portuguesas eran escenarios de la huelga general y en Londres la revuelta estudiantil registraba su segundo capítulo, en Italia, relativamente quieta hasta ayer, los estudiantes se movilizaron para derrotar al gobierno de Berlusconi en su intento por reducir los presupuestos destinados a la educación.
El espectro social que se mueve en la Europa nivelada (desde China) por el mercado mundial abarca a los estudiantes y a los sindicalistas, pero sobre todo a los sin fábrica (sin oficio ni sindicato ni salario fijo) y a los trabajadores inmigrantes que en Francia se llaman banlieue y en Grecia también se han manifestado ampliamente.
Así la cosas, "la revuelta social" en Europa sólo espera el estallido en Berlín y en las ciudades de Alemania para llamarse general en el pleno sentido del término. Y el hecho de que el estallido aún no traspase esa frontera indica hasta qué punto la llamada Comunidad Europea fortaleció la centralización del poder económico en Alemania, lo que no impide que el agregado italiano sea capaz por sí sólo de determinar un salto cualitativo en el proceso revolucionario en marcha.

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