Sale la profesora Sultana de las oficinas en las que labora, baja los tres pisos hasta la calle donde brigadas de delincuentes se despachan con las bolsas de mano de las trabajadoras y nadie hace nada; ahora te matan delante de las cámaras pero lo mismo escapan los sicarios si son la mano negra de los poderosos, mientras los policías multiplicados cuidan a otros, así que Sultana, ya abajo, es víctima también de un robo que en realidad es otro, pues el año pasado sufrió uno casi idéntico; aunque Sultana tuvo suerte pues lo que es Margarita cayó de súbito como una mosca y, ya en el suelo, pegó tres hipos, arrojó literalmente una bocanada de vómito y clavó el pico. Afirmó el médico un mal incurable, pero para muchos fue como el sindrome del pájarito (¿recuerdan a la Ofelia llorando por los pajaritos cuando se dejaban ir en picada los días de inversión térmica?).
Explosión en San Martín Texmelucan. Un ducto de Pemex. Más de una decena de muertos. Casas rotas y heridos, como en la guerra. Aprovechan los federales para manipular la circulación en la carretera que va a Puebla. Algunos dudan de que la información del Estado sea verídica, ¿qué tal si... es zona caliente, espacio de flujo de cientos de miles, millones, de indocumentados? Y mientras, Jorgito, con la bandera gringa a sus espaldas, habla con cara dura por la tele de la "izquierda cavernícola".
Fortalecimiento de los órganos represivos del Estado y destrucción del tejido social (sembrar caos y paranoia) van juntos y pegados. La revolución mundial es pues, también, una absoluta necesidad.
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