Rotos los desequilibrios políticos en vastas extensiones del planeta, concentradas todas las contradicciones del pasado y el porvenir, por supuesto las fronteras también se quiebran y lo mismo se persigue desde los centros neurálgicos del poder capitalista mundial "conducir" la revolución árabe hacia la ocupación militar del norte de África por tropas de la OTAN (para lo cual se coloca en el banquillo de los acusados al enemigo acérrimo Muamar Gadafi) que se alienta por todos los medios desde el poder a que los agentes del FBI, con pretexto del muertito en la carretera de San Luis Potosí, "limpien" México.
No sólo el imperialismo se aprovecha de la revolución en el norte de África y el Medio Oriente, las fronteras también se rompen por pugnas entre los mismos estados de la región y las oligarquías financieras que los conducen.
Por otros medios, en otra frontera o tierra móvil, la narcopolicia de Ciudad Juárez prohibió ayer el saludo de beso en las oficinas públicas. De seguro que la colaboración policiaca yanqui incluye sermones de protestantes y mormones, más esa biopolítica que tiende a producir un tipo de sujeto que para defender sus derechos no sabe otra cosa que exigir aparatos que lo sustituyan y no lo obliguen a la incómoda tarea de tener que hacerse justicia por propia mano. De ahí que la "izquierda laica", además de adorar el baro, se hinque ante la Ley en cámaras y tribunales. La sacrosanta Ley que vive (y mide) en un presupuesto abstracto sobre la propiedad privada, el trabajo asalariado y todas las instituciones que se erigen sobre aquéllas.
Los signos están ahí pero falta quién los lea. Explicar, por qué, por ejemplo, la revolución en Egipto, que avanza hoy sigilosamente para destruir al viejo ejército, grita por la liberación de los presos cuando acá los hijos de la Martha Saghún en la frontera con Estados Unidos inventan chips para adherirlos en el cuerpo de los liberados con derecho a fianza. Una lógica completamente distinta que, sin embargo, no deja de conectarse por la necesidad de la revolución proletaria.
Cero besos, muchos chips,
en eso quedó su famosa Libertad,
¡señores!
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