preguntar, por ejemplo: ¿a quién le conviene en este momento la insurrección en Egipto? Decir: "no es casual que la Clinton empuje hoy con sus declaraciones hacia la quiebra del gobierno de Mubarak, lo que quieren los yanquis (y aquí son susurros) es dividir al mundo musulmán para expandir la fuerza del Estado sionista en el área".
Otro les dice a sus amigos que lo mejor es esperar a que Mubarak se vaya en septiembre, como lo prometió ya el dictador en su máxima concesión, pues lo que llegaría en su lugar en estos momentos sería la osucuridad del medioevo visto con las gafas del fanatismo y el fundamentalismo. "Los fanáticos son los mejor organizados y, por lo tanto, los que podrían actuar para conducir el proceso".
¡El coco! ¡El coco! ¡El coco!
(la historia vista desde las gafas del libro de texto de Juan Brom).
O salir con la paja de que el ejército del Estado egipcio apoya con sus armas a la multitud insurrecta.
O con que lo que los pueblos enloquecidos del Mediterráneo buscan es la "democracia".
Los tompiates de Pasolini no los podrían cargar todos estos maricones juntos.
"Miedo a lo desconocido", chillan hoy los que hace sólo cuatro décadas pegaron de brincos con el hombre gringo en la Luna.
No es lo mismo, dirán, las multitudes tienen ira, aquellos luchaban conscientemente por ampliar el horizonte cognoscitivo de la humanidad.
Pero los militares --con toda la fuerza del régimen mundial-- tuvieron que contenerse por el poder imbatible de la multitud enloquecida, ese maravilloso tsunami de la creatividad de la revolución de los oprimidos. Con toda su fuerza tecnológica tuvieron, por el momento, que covertirse en una especie de franeleros y reguladores del tránsito con armas. Su inutilidad social, su diminuta pequeñez, se muestra a las claras ante los ojos del mundo. Y es que la insurrección en Egipto no es sino uno de los episodios de la revolución mundial.
Acierta la Clinton cuando advierte que los susodichos regímenes podrían resistir algunos meses pero están condenados a sucumbir en un plazo más largo. Desde el centro del imperio, del otro lado de las fuerzas, en el terreno mismo del enemigo, la Clinton, sin embargo, mira a mucho más profundidad que esas excrecencias purulentas con nombres rimbombantes como el panarabismo y el bolivarianismo, ¡tamaños engendros!
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