Lo que tenemos en cambio es un panorama tristísimo de analistas empecinados en cuadrar la realidad con sus sucias anteojeras. Para unos se trata de hallar al responsable individual de todos estos desmanes, un chico que se las sabe de todas todas en asuntos de electrónica (no hay cosa que más le aterre al político racionalista que una revuelta sin cabezas visibles). Otros recurren a sus mapas religiosos del mundo árabe para tratar de explicarse las "revueltas" como pugnas interétnicas. Existen los nacionalistas que colocan en el centro de su interpretación lineal la búsqueda del origen en Nasser (semejante a la postura de quienes inventan el relato de la izquierda mexicana a partir del mito burgués de Lázaro); o los que, como Almeyra, imitan los esquemas clasistas de El desarrollo del capitalismo en Rusia (Lenin) y se explican lo de Egipto según el concepto socialdemócrata (del "marxismo italiano") de formación social. También los que miran en el norte de África, al margen de Europa, una "transición a la democracia".
¿Por qué son nocivas estas anteojeras? ¿Por qué maniatan la iniciativa?
Porque no ligan la última revolución por el mercado mundial (que algunos llamaron "neoliberalismo") con las nuevas formas globales mediante la que se expande la revolución comunista. Sí, la revolución comunista: la única vía de sobrevivencia de la humanidad frente al capitalismo global.
... Maniatan y obstruyen estas interpretaciones porque paralizan la práctica urgente que se desprende de la situación con la ilusión de que la democracia protege contra la "epidemia". Como si hubiera alguna razón válida para liberar al territorio estadunidense, o a los países del capitalismo desarrollado, de la ira de los expropiados y explotados.
Lejos de perderse en el olvido del mundo --como parecieran anhelar los locutores oficiales de las televisoras--, cada día que pasa el proceso revolucionario de Egipto-Yemen-Túnez-Grecia se generaliza como fuego en pasto seco, en tanto teje sus semejanzas, territorialmente, con Europa, África y el Medio Oriente y socialmente con todo el viejo mundo de las colonias. Las tareas de la "revolución egipcia" se irán presentando en la práctica conforme al grado de generalización de los procesos en el mundo, aunque la liquidación del ejército de la dictadura deberá colocarse en el centro de las acciones en la fase que se vive.
En nuestra colaboración del 17 de diciembre (2010), a propósito de la aparición de guerrillas urbanas en Italia, formulamos el siguiente enunciado relativo a la revolución mundial:
Aunque sus primeros síntomas generales se expresan ya en el tupido escenario europeo (...), el centro de la crisis mundial se encuentra en la industrialización de China y de la India, cuya medida no cabe ya en el marco de la viejas relaciones.
El apunte de esa fecha sostenía otro enunciado que ilumina los sucesos que pocos días después sobrevendrían del otro lado del Mediterráneo: "el signo (la signatura) de la crisis hay que encontrarlo en la proletarización social".
(para comprender el significado y la función de los enunciados o "signaturas", léase Signatura rerum (2008), donde Giorgio Agamben aboga, contra el Iluminismo, en favor de encontrar una profunda relación entre la dialéctica y la magia renacentista, entre el método dialéctico y la intuición: la irreductibilidad de la dialéctica a cualquier intento sistemático En este trabajo dedicado al método, el filósofo italiano muestra su vínculo estrecho con Foucault y Benjamin, aunque no con Kuhn).
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