¿Nunca has visto a un pueblo entero súbitamente enloquecido por la visión de su libertad? ¿No? ¡Oh, entonces, pobre amo mío, ciego naciste y ciego morirás! Yo, aun cuando viviera mil años, aun cuando no quede de mi sino un bocadito de carne viviente, eso que he visto aquel día no podré olvidarlo. Y si a cada hombre le fuera dado elegir un Paraíso a su gusto en el cielo, que es lo que haría falta, lo que yo llamo verdadero Paraíso, pues bien, yo le diría a Dios: señor, que mi Paraíso sea una Creta empavesada de mirtos y pabellones y que dure siglos el minuto en que el príncipe Jorge holló el suelo de Creta. Con eso me basta.
Nikos Kazantzakis, Alexis Zorba El Griego.

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