Practiquemos regularmente el ejercicio de distanciarnos de lo "normal" para analizarlo. Vista de lejos, la normalidad no parecerá tal. Miremos críticamente la sociedad, así nos daremos cuenta de que nuestro mundo - tal y como lo conocemos- es un absurdo y está de cabeza... pero podemos cambiarlo.

27 ago 2011

círculos dantescos por capitular

Algunos analistas se lamentan amargamente por el ingreso del país a los círculos dantescos luego del atentado terrorista que cobró 52 vidas el jueves pasado en Monterrey. Otros encuentran en la liquidación de las organzaciones sociales la causa de tamaña descomposición. Con miradas envidiosas voltean hacia Chile, donde sí, dicen, existe un cuerpo social organizado capaz de responder a los embates del capitalismo en su fase actual.

Cosa curiosa: cuando Evaristo Pérez Arreola era el secretario general del sindicato de trabajadores universitarios (el más activo políticamente en el México de 1975, año en que los eurocomunistas italianos acariciaban el poder por la vía de los votos) e integrante de la dirección del Partido Comunista Mexicano, no sólo la lucha de los comunistas "al frente de las masas" estaba por conquistar el espacio democrático de la legalidad reyesherolista, sino que, allá, en Chile, el dictador Pinochet cumplía sus dos añitos acribillando a los luchadores sociales de su patria.

Luego los comunistas de la UNAM consiguieron sus depitas por el rumbo de Copilco, y no importa lo que acumularon más tarde desde sus diputaciones, pues ahí lo que saltó fue el primer hueso en aquella dirección. Por tan poquito se vendieron.

Y lo mismo sucedió, aunque en menor escala, entre los maoístas y los anarquistas y los troskistas legalizados: su conversión a la demoracia.

Lo que sí supimos en esta historia es que ni Pinochet fue tan letal contra la izquierda como don Jesús Reyes Heroles. Y es que cuando aquellos "legalizados", por cuidar sus depas, guardaron silencio frente a la guerra sucia que exterminó a los guerrilleros comunistas de la Liga 23 de septiembre, ya habían muerto.

En Chile, entre otas cosas, el Partido Comunista no renunció a su nombre ni en los peores momentos de la dictadura.




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