Vemos, así, cómo estos dos hombres se enfrentan, paso a paso. El uno es escéptico, el otro dogmático; el uno considera el mundo sensible como una experiencia subjetiva, el otro como un fenómeno objetivo. Quien considera el mundo sensible como una apariencia subjetiva se atiene a la ciencia empírica de la naturaleza y a los conocimientos positivos y representa la inquietud de la observación experimental, que aprende siempre y no se cansa de indagar. El otro, el que concibe el mundo fenoménico como real, desprecia lo empirico, se pesonifica en él la quietud del pensamiento satisfecho en sí mismo, la independencia del que extrae su saber
ex principio interno. Pero la contradicción va todavía más allá. El
escéptico y
empírico, que considera la naturaleza sensible como una experiencia subjetiva la contempla desde el punto de vista de la
necesidad y trata de captar, explicar la existencia real de las cosas. Por el contrario, el
filósofo y dogmático, que tiene el fenómeno por real, sólo ve por doquier el
acaso y su tipo de explicación tiende más bien a superar toda realidad objetiva en la naturaleza. Tal parece como si estos antagonismos encerraran un contrasentido.
Apenas cabe suponer que estos hombres, que se contradicen en todo, puedan abrazar la misma doctrina. Y, sin embargo, parecen encadenados (abrazados) el uno al otro.
Karl Marx, Tesis doctoral.
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