Los polis que fabrican las pruebas del crimen tratan a los consumidores de sus pruebas, televidentes y lectores de los medios, francamente como si fueran imbéciles o "bárbaros", que para ellos, en un intento lingüístico de cambiar papeles, es lo mismo.
Actúan con fe en el poder hipnótico de su tecnología, donde "lo que se ve no se juzga". En esa misma lógica de aquellos expositores posmodernos que van diciendo a su audencia lo mismo que puede leerse en la pantalla de su proyector. Se llama la lógica de lo mismo. Y del mismo.
En ese nivel, quién se apura dentro del reino del changarro porque el mero dueño del changarro, "el preciso", ignorando todas las relaciones, llame a cazar al Coco que llegó de afuera. Como ni en los tiempos de la Santa Inquisición. Y todo se reduce, igual que en las leyendas y los cuentos de hadas, a la lucha ética entre "el bien" y "el mal".
¿Para qué hablamos de trabajo o de clases sociales o de salarios y empleos o de la organización de la sociedad, si sale mas fácil activar la energía social ya degradada con el cuento del Coco que llegó a envidiarnos?
Los mitos y los ritos tan caros al fascismo.
Resulta tenebrosa --por el extravío histórico que ello significaría en el viaje de la humanidad-- la imagen de estos oscurantistas de mierda al mando de la nave mundo real que es este siglo XXI con su nueva perspectiva y sus novedosas tareas. ¿Con esas gafas de moralina se podrá conducir a otro puerto que no sea al del suicidio general?
De suerte que las galletas del Coco no se las comen en Monterrey donde, como en Ciudad Juárez, cada vez es más la gente que comprende que el terrorismo está del lado del Estado y sus socios de la narco burguesía.
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