Como pudieron observar quienes este blog siguen sin pereza, el salto cualitativo se produce en el concepto, y es entonces que la consigna política --construida desde una lectura acertada de la realidad social-- adquiere calidad de cosa instrumento y cobra cuerpo a manera de motor de las movilizaciones.
El caso es que vivimos una situación revolucionaria mundial, por mucho que nuestros socialdemócratas bien empleados desde siempre insistan en mirar la paz que aletea en medio de su éter democrático.
Está bien que no siempre se vive en situación revolucionaria, pero bien distinto es pensar que es posible continuar en las actuales circunstancias con el viejo discurso reformista y evolucionista que condujo a la izquierda al estado de bancarrota que vive actualmente.
Los tiempos del apacible capitalismo de la segunda mitad del siglo XX simplemente ya no son más, y las tácticas útiles para aquellas décadas resultan por lo menos ingenuas ante la complejidad del mundo del siglo XXI.
Tampoco hincarse ante la intuición de las masas debe ser nuestra táctica. Seríamos en eso religiosos.
Mejor definir las alianzas en torno a cuestiones centrales: la lucha en contra de la dictadura policiaco-militar, las formas mediante las que nos proponemos destruirla para fundar un nuevo orden desde el trabajo asalariado y la multitud.
El frente más amplio se define así: por su posición radical de principios contra la dictadura policiaco militar de los grandes capitalistas. Adentro de un frente constituido en torno a esta línea, seguiremos como corriente dentro del oceáno revolucionario, presentando nuestras propias explicaciones de la situación política desde la perspectiva del materialismo histórico y las alternativas comunistas hacia una sociedad sin propiedad privada de los medios de producción, ni trabajo asalariado, ni Estado.
Y como no pensamos que la revolución llegará algún día y hay que sentarse a esperarla --aunque por ahí viene--, estamos, mientras la situación nacional se entona con Chile, Europa y Medio Oriente, en las pequeñas luchas diarias que abren la democracia y, también, el espacio más favorable para la lucha revolucionaria: libertad de los presos políticos del SME, libertad de los "camellitos" que se pudren en las prisiones para su insercion útil en la sociedad de iguales con derecho al trabajo, fin de los sistemas cuartelarios en las escuelas primarias y secundarias del país, expropiación de los grandes monopolios capitalistas para la distribución social de sus magníficas ganancias.
El proceso revolucionario estalla lejos de las fórmulas de Descartes y el racionalismo. Es más, su propio modo de estallido es la prueba de que el capitalismo, el fundamento social sobre el que se produce la revolución de hoy, en su anarquía de la producción (con todo y centralización desde el capital financiero y los bancos) genera prácticas sociales sumamente irracionales. Tamaña irracionalidad no se conjura, como pretenden los demócratas, con recetas pacifistas sobre el respeto a la legalidad y a la buena vibra.
Y una recomendación importante para quienes se comprometen todos los días en la destrucción consciente de la dictadura: una vez que, haciendo política y, por tanto, verbo + organización, se esquiva el golpe o se resiste la andanada --el momento en que se paraliza por y o x elementos la embestida del enemigo--, entonces se pone uno de pie no para "tranquilizarse" y esperar "en buena onda" el próximo encontronazo. Es mejor ganar el tiempo y avanzar posiciones, siempre cuidando de cubrir la espalda. La mentalidad de la resistencia encontró su límite porque, al carecer de programa, no aprende a tomar la iniciativa.
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