Recuerdo aquel desconsiderado trato del filósofo Karl Korsch, tan caro al "anarco-marxismo", para con el Materialismo y empiriocriticismo, que obliga, según él, "a deglutir ese fárrago de contrasentido, incomprensión y atraso en general que arruina el valor teórico del ensayo filosófico de Lenin". Para Korsch, las tesis filosóficas de Lenin en 1908 fueron recibidas en Europa, entre la intelectualidad, 30 años después --Materialismo y empiriocriticismo fue traducido al alemán sólo hasta 1938, dato que nos revela a qué grado se había aislado del mundo "el socialismo en un solo país"-- , como ideas prehistóricas correspondientes a una era glacial anterior: la Ilustración y Feuerbach.
No obstante, al situar a Lenin como estadista en aquella época, Korsch reconocía la superioridad de sus elaboraciones teóricas frente a las de otros estadistas de su época como Hitler y Musolini...
Con buen cuidado de no ir a rescatar la pedantería de Korsch, retomo su figura para criticar la tesis doctoral de Alfredo Velarde, tesis de título interminable --como suele ocurrir en la academia con esas disquisiciones--, pero dedicada a constatar la pertinencia de las tesis teóricas de Antonio Negri y Michael Hardt (Imperio y Multitud) para la comprensión y construcción de las luchas liberadoras en América Latina.
No cometeríamos una reducción si aseguramos que la tesis del amigo Velarde surge en el campo de la economía política. Su conclusión radical contra el capitalismo ("maduro") y en favor de una sociedad sin Estado, autogestiva, nos resulta simpática de entrada y nos indica que estamos ante un intelectual que no se puede medir con los raseros que se estilan entre los orgánicos de la intelectualidad conservadora, acomodaticia o neoliberal. Por lo demás, la tesis de Velarde Saracho condensa un esfuerzo monumental en la revisión de la bibliografia dedicada al estudio de la sociedad actual y la forma en la que los pueblos del mundo se abren paso con voluntad e inteligencia ante las enormes tareas que se les presentan frente a la sistematización del exterminio por el mercado mundial capitalista.
Agrego entre las virtudes de la tesis doctoral aquí comentada, por ese mismo hecho, que puso la mira en una de las obras teóricas más ricas que se hayan escrito a principios del siglo XXI: fue por Velarde, hace ya 14 años, que escuché hablar de la importancia de Negri, algo que todavía (¡!) provoca urticaria entre los teóricos de la izquierda UNAM, encabezada por Pablo González Casanova.
Y sin embargo, si la economía política conocía, hasta antes de su completa descomposición al caer en manos de sacerdotes y curas, con dos métodos distintos y contrapuestos: el del análisis y la separación, la desconexión a detalle (siglos XVII y XVIII), y --posteriormente y nacido en la crítica del primero-- el de la reconstrucción deductiva de lo concreto en el pensamiento que avanza de lo simple y abstracto a lo complejo y concreto, digo que, entonces, se experimentan ciertas dudas acerca de en dónde ubicar el texto de Velarde. En la tesis doctoral no se percibe ni el menor indicio de que su autor tuviese una estrategia expositiva a la hora de sentarse a redactar la versión que mandó a imprimir y que él mismo tuvo la cortesía de entregarme en mis antiguas oficinas. Si acaso hubiese un método en el trabajo académico de Alfredo Velarde ese sería el del periodista que recoge y describe el día con día o el del erudito que pega cifra sobre cifra, dato contra dato, "hechos" y referencias a cientos de autores que conoce y ha leído.
Pienso que éste es un grave defecto en el trabajo que comentamos, tan grave que impide percatarse si hay a lo largo de sus tupidas 600 páginas alguna reflexión crítica sobre algunos de los conceptos pilares en la obra de Negri-Hardt. No sabemos, por ejemplo, qué opina Velarde sobre la tesis de Imperio respecto al fin del capital variable y la plusvalía en el nuevo espacio mundial, de donde estos influyentes pensadores elaboran sus conjeturas sobre la potencia liberadora del trabajo inmaterial y la necesidad, a partir de esta misma potencia, de superar el capitalismo mediante una transición visiblemente distinta a la que teorizó el marxismo en la figura de la Dictadura del Proletariado.
A veces, en largos pasajes, describe Velarde la fenomenología de los movimientos sociales y, contra lo que sostiene expresamente sobre el anacronismo del concepto leninista de Imperialismo, pareciera que no hace sino repetir las condiciones del viejo sistema. Su propio corte "latinoamericanista" lo coloca más cerca de lo que cree de las viejas teorías del imperialismo.
Se debe a lo ya dicho: no existe ahí método alguno, y sin éste el discurso se mueve en el plano ambiguo y sentimental carente de concepto. Esto y una permanente conducta que lo hace mantenerse en el plano de lo políticamente correcto ante lo que para él es la izquierda, nos impide tener una idea de cuestiones estratégicas para la teoría de nuestro tiempo a partir de la lectura de nuestro amigo, hoy doctor.
Y habría que agregar a lo anterior una cuestión de forma: con una buena pulida que podara repeticiones de todo tipo y triples adjetivos, la tesis podría reducirse sustancialmente y hacerse accesible.
Con todo, si en Sanborns y cafés se vendieran textos como el de Velarde, en lugar de los de José Agustín, Luis Pazos o las hermanitas Loaeza, otro gallo nos cantaría.
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