La ciudad entera, de Aragón a la Tlalcologia y de Tláhuac a Tlanepantla, es un tendido de redes y de trampas por motivos electorales que lo mejor es no andar pajareando por ahí y procurar sombras y muros para caminar los recorridos que sean estrictamente necesarios. Salir a la calle por un pescado, como el de Un hombre es un hombre de Brecht, puede costar, en el mejor de los escenarios, terminar trasquilado y listo para la foto de "la nueva vida". Sobre todo si en el fondo de una supuesta rebeldía anida oculta la esperanza de ser premiado un día cuanto antes; o la llegada repentina del "amor", tan buena y saludable medicina con la que se venden botiquines por la tele a la hora de la merienda.
De ahí que, en estas jornadas que bien pudieron tornarse semejantes a los círculos de Dante, se hubiese dedicado el tipo al análisis materialista de sus propias pasiones de empedernido solitario. Aquí tenía cuidado de no evocar demasiado el último cuerpo amado y prefería poner énfasis en los intereses que movían a los enamorados y el por qué muchas de las contradicciones cotidianas buscaban el discurso paradisiaco y límbico del amor, para ahí enredarse.
Salió pues del "desafío" con más saber y sin tango.
Con un poco menos de Talón de Aquiles, simplemente hubiese pasado.
Aunque, lo de las redes sobre la city, sólo lo habría podido captar en ese estado...
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