Practiquemos regularmente el ejercicio de distanciarnos de lo "normal" para analizarlo. Vista de lejos, la normalidad no parecerá tal. Miremos críticamente la sociedad, así nos daremos cuenta de que nuestro mundo - tal y como lo conocemos- es un absurdo y está de cabeza... pero podemos cambiarlo.

2 ago 2012

El materialismo sensualista de Feuerbach



Para los materialistas del siglo XVIII el hombre era lo que para Descartes el animal: una máquina. Para este materialismo, el mundo no era una materia sujeta a desarrollo histórico y el estado antidialéctico de filosofar de las Ciencias Naturales en estos momentos reflejaba su carácter metafísico.
Sabíase que la naturaleza se hallaba sujeta a continuo movimiento, pero este movimiento era de sentido circular razón por la cual no se movía del mismo sitio engendrando siempre los mismos resultados.
Esta concepción antihistórica de la naturaleza aparece también en Hegel, en éste, la naturaleza como mera enajenación de la idea, no es susceptible de desarrollo en el tiempo, pudiendo sólo desplegar su variedad en el espacio, pero al margen del tiempo.
Este contrasentido de una evolución en el espacio pero no así en el tiempo se  lo “cuelga” Hegel a la naturaleza precisamente en el momento en que se habían formado la geología,  la embriología, la fisiología vegetal y animal y la química orgánica y cuando surgían por todas partes sobre las bases de éstas nuevas ciencias atisbos geniales, por ejemplo el de Goethe y Lamarck; de lo que más tarde debía de ser la teoría de la evolución.
Esta concepción antihistórica imperaba también en campo de la historia, ésta se utilizaba como una colección de ejemplos e ilustraciones para uso de filósofos.
Cuando apareció “La esencia del cristianismo” de Feuerbach, publicado en Leipzing en 1841, pulverizó de golpe la contradicción que existía en el materialismo que pensaba que lo único real era la naturaleza pero vista desde el sistema hegeliano y representada como una “enajenación” de la idea absoluta, como una degradación de la idea, el pensar y su producto discursivo, la  idea, son lo primario y la naturaleza  lo derivado; lo que en general sólo por condescendencia puede existir.
Se puede decir que en esta contradicción de un materialismo idealista aparece la obra de Feuerbach y pulveriza de golpe esta contradicción, restaurando de nuevo en el trono al materialismo.
Para Feuerbach la naturaleza existe independientemente de toda filosofía; es la base sobre la que creció y se desarrolló la humanidad, ésta es  también producto suyo, producto natural, “fuera de la naturaleza y de la humanidad, no existe nada y los seres superiores que nuestra imaginación religiosa ha forjado, no son más que otros tantos reflejos fantásticos de nuestro propio ser”.
Para Engels Feuerbach representa en algunos aspectos un eslabón entre Hegel y Marx, “todos nos volvimos Feuerbachianos”, “con qué entusiasmo Marx abrigó la nueva idea y hasta qué punto se dejó influir por ella pese a todas sus reservas críticas” esto puede verse leyendo su libro de “La sagrada familia”.
 Después de un largo periodo de Hegelianismo y posthegelianismo que constituyeron la Filosofía clásica alemana el “sistema“ saltaba hecho añicos, más sin embargo, otro tanto podía decirse de la deidificación exagerada del amor, de la filosofía feuerbachiana, disculpable, aunque no justificable, después de tanta y tan insoportable soberanía del “pensar puro”.
En Feuerbach, el amor sexual acaba siendo una de las formas supremas, si no la forma culminante, en que se practica su nueva religión.
Dice Engels: las relaciones sentimentales entre los dos sexos, han  existido desde que existe el hombre. El amor sexual, especialmente, ha experimentado durante los últimos 800 años un desarrollo y ha conquistado una posición  que durante todo este tiempo le convirtieron en el eje alrededor del cual tenía que girar obligatoriamente toda la poesía.
Las religiones positivas existentes se han venido limitando a dar su altísima bendición a la reglamentación del amor sexual por el Estado, es decir, a la legislación matrimonial.
El idealismo de Feuerbach estriba en que para él las relaciones de unos seres humanos con otros, basadas en la mutua afección, como el amor sexual, la amistad, la compasión, el sacrificio, etc., no son pura y sencillamente  lo que son de suyo, sino que adquieren su plena significación cuando aparecen consagradas con el nombre de religión, sólo cobran plena legitimidad cuando ostenta el sello religioso, la palabra religión viene de religare y significa unión.
No se podían representar un “hombre sin religión”, un hombre sin religión es un monstruo, aún vuestro ateísmo es una religión.
Dice Engels al respecto:
La posibilidad de experimentar sentimientos puramente humanos en nuestras relaciones con otros hombres, se halla ya bastante mermada por la sociedad erigida en antagonismos y el régimen de clase en la que nos vemos obligados a movernos; no hay ninguna razón para que nosotros mismos la mermemos todavía más, divinizando esos sentimientos hasta hacer de ellos una religión.
Ideas extraidas del escrito de F. Engels sobre “Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana” , Ed. Andes, Bogotá Colombia, 1979.

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