La crisis griega ya no debe colocarse en el marco de las finanzas, su deuda convertida en basura es señal de que no hay ya ahí soporte estatal de ninguna especie. El fin de la credibilidad, nada menos, adentro y afuera, preámbulo de la revolución. Y se propaga como epidemia hacia Portugal --aunque sin el grado de la crisis social en la céntrica Atenas-- y a España, donde un ridículo partido republicano (¡la República del 36!) pretende hegemonizar el estallido con su ridícula bandera en defensa de un juez democrático que dejó vivos por tibieza a los que hoy piden su cabeza. Lejos de ser nivelados por la globalización y la Comunidad Económica Europea, los estados más atrasados de Europa occidental son sacrificados con y por la crisis. Alemania, como siempre, centraliza los poderes y amenaza a Francia. Es el momento justo en que los fascistas de Arizona declaran la guerra a la fuerza de trabajo indocumentada que llega de México. El petróleo se derrama intencionalmente en el Golfo sólo para evitar la caída en picada de los precios.
Ya vemos que no hay alivio, como prometió hará ya meses el gordo del catarro.
Mientras, en campaña televisada Domeque, nos cuidan a nuestros peques de la muerte por alcohol en accidente automovilístico, pero nada dicen de los que perecen como moscas por la metralla purificadora del ejército.
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