Practiquemos regularmente el ejercicio de distanciarnos de lo "normal" para analizarlo. Vista de lejos, la normalidad no parecerá tal. Miremos críticamente la sociedad, así nos daremos cuenta de que nuestro mundo - tal y como lo conocemos- es un absurdo y está de cabeza... pero podemos cambiarlo.

13 jun 2010

Rosa, un desecho.


Tiene noventa y siete años de edad y una fractura de cadera... la cabeza de su fémur está partida en dos.
Los paramédicos de la Cruz Roja que le dieron los primeros auxilios dijeron que solamente “era el golpe” y que con descanso y paracetamol mejoraría. Los vecinos dicen que fueron tres los días que Rosa estuvo en el grito de dolor, alguien decidió llevarle a que le tomaran una radiografía para tener claro que es lo que le pasaba.
Bajarla del cuarto piso cargándola en vilo por unas estrechas escaleras incrementó lo doloroso de la situación que la vieja vive, subirla de regreso duplicó su martirio y el esfuerzo de los que la cargaron.
De entre las personas que se han preocupado por el estado de la anciana está el joven médico que dice que los escenarios para Rosa no son nada positivos.
En la mayoría de estos casos, se requiere una operación que puede implicar implantar una prótesis que sustituya la cabeza de su fémur, con un costo aproximado de 60,000 pesos en los únicos lugares en donde se tomaría tal decisión: un hospital privado... ni pensarlo. 
Para Xoco, Balbuena o cualquier otro hospital público, los mayores de 40 años no son candidatos a recibir tal intervención quirúrgica y la prótesis (por no ser ya “productivos”).
Por otra parte están los riesgos que para la vida de una persona de esa edad implica este tipo de cirugías: una mortalidad de más del sesenta por ciento. Lo jodido del caso es que  Rosa ni siquiera tiene la posibilidad de tomar o no la decisión de asumir tal riesgo. La realidad se le impone desde “arriba”, a donde no dejó de dirigir sus rezos durante el tiempo en que le movimos.
La medida tomada fué la de regresarla a su cama, previendo que es quizá el lugar en donde pasará el resto de sus días. Doblemente jodido.
Llegar a tan avanzada edad, solo, sin dinero, indefenso, vulnerable, a expensas de la caridad de otras  personas... lo hace a uno preguntarse ¿Qué tipo de sociedad permite que los ancianos se conviertan en desechos que se hacen a un lado? Pues ésta, la mismísima sociedad en la que no somos sino mercancías, fuerza de trabajo, músculo y cerebro que se desgasta al ser exprimido en aras de la producción de otras mercancías para la ganancia privada. Para Rosa eso ha significado cuarenta años de trabajo en la industria textil como costurera. 


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