Sólo 1 ciego negaría
que se puede equiparar el tsunami de 10 metros
en las costas de Japón
con la insurrección de los pueblos árabes:
una especie de ¡hasta aquí! natural
contra los que mandan
y conducen el progreso.
(No es una casualidad que las ondas sísmicas atenten contra los reactores nucleares. Aunque, irónicamente, la destrucción masiva de capitales (que así se le llama hoy a la relación productiva del hombre) siga siendo la forma más efectiva de superar el estancamiento. Más allá de que la devastación en Japón pretenda ser usada como cortina de humo de la invasión contra Libia... Por lo pronto, el fétido imperio en Francia parece estar ansioso de ser el primero en entrarle al ruedo. Olvida Zar-kozy que la revolución árabe comenzó con la banlieue parisiana hacia finales de octubre de 2005).
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